¿Está muerto el juego Web3? ¿Cómo puede la conformidad legal revitalizar la verdadera propiedad de los activos?
Durante mucho tiempo, los juegos Web3 han prometido a los jugadores la “verdadera propiedad” de los activos dentro del juego. Se dice a los jugadores que pueden controlar permanentemente sus objetos, tokens y NFT. Pero cuando el juego deja de operar, la propiedad también desaparece. El problema no radica en los equipos detrás de estos juegos, sino en la ley.
En el momento en que un juego permite a los jugadores intercambiar activos del juego por dinero real, deja de ser solo entretenimiento. A ojos de los reguladores, se convierte en un servicio financiero. Magnus Söderberg, CEO de Triolith Games, empresa especializada en cumplimiento normativo de juegos Web3, afirma que esto cambia fundamentalmente las reglas del juego.
El mito de la propiedad desenmascarado
El cierre masivo de juegos Web3 en 2025 expuso la fragilidad del modelo “play-to-earn (P2E)” y la ilusión de la propiedad digital en los juegos blockchain.
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Según DappRadar, en el segundo trimestre de 2025 al menos el 8% de los juegos Web3 activos cerraron, debido a la caída del 93% en la financiación de capital riesgo y a la creciente saturación del mercado.
En su momento, los juegos Web3 fueron aclamados como el futuro de la industria y surgieron títulos destacados, como Tatsumeeko, Nyan Heroes, Blast Royale, y Team Roar Kong Alliance de la estrella de la NBA Stephen Curry, que apagaron sus luces. Incluso Ember Sword, un MMORPG que recaudó más de 200 millones de dólares, cerró repentinamente, haciendo que el valor real de sus tokens y NFT desapareciera de la noche a la mañana.
El token NYAN de Nyan Heroes cayó alrededor de un 40% en un solo día, su capitalización de mercado bajó un 99% desde su punto máximo, lo que pone de relieve una realidad cruel: la promesa de la propiedad digital es, en gran medida, una ilusión. Los jugadores que poseen tokens o NFT descubren que sus “activos” solo existen mientras el juego está en marcha.
Pero detrás de estos cierres se esconde un problema mayor: las barreras regulatorias, que pocos estudios están dispuestos a cruzar.
La trampa regulatoria
Si un juego blockchain realmente pone los activos en cadena, permite a los jugadores acuñar NFT, intercambiar tokens y retirar libremente, entonces deja de ser solo un juego y se convierte en una plataforma financiera regulada, con un coste de cumplimiento muy elevado.
Cuando una plataforma de juegos Web3 ofrece intercambio por moneda fiduciaria, servicios de custodia o transacciones de acceso por tokens, los reguladores la clasifican como proveedor de servicios financieros o proveedor de servicios de criptoactivos (CASP).
Este estatus activa estrictos requisitos de prevención de lavado de dinero (AML) y conocimiento del cliente (KYC), incluyendo verificación de identidad, monitoreo de transacciones, custodia segura de activos y obligaciones de auditoría para proteger al consumidor.
En Europa, estas plataformas están sujetas a las reglas de MiCA; en Estados Unidos, están bajo el marco de negocios de servicios monetarios (MSB) de FinCEN y licencias estatales de transmisores de dinero. Cumplir con estos estándares puede costar millones de dólares, incluso antes de que cualquier participante se registre formalmente.
“Actualmente, el cumplimiento normativo en el sector de juegos Web3 es realmente pobre. Pocos estudios se toman en serio el tema del cumplimiento, lo que les pasará factura más adelante”, afirma Magnus Söderberg, CEO de Triolith Games.
Söderberg añade que los pequeños estudios son los más afectados, ya que en su mayoría no pueden costear equipos legales ni asumir los millones de dólares necesarios para un lanzamiento global. Cuando los reguladores empiecen a hacer cumplir la ley, “no lo sabíamos” ya no será válido.
Sin embargo, las consecuencias de operar juegos Web3 sin cumplir la normativa no solo afectan a los estudios. Los desarrolladores pueden enfrentarse a multas o ser retirados del mercado, mientras que los jugadores sufren primero las consecuencias de fallos en la economía de los tokens, asignaciones internas y ventas repentinas que destruyen la confianza.
Söderberg considera que “una regulación más estricta podría, en última instancia, reducir este tipo de comportamientos”.
El alto coste del cumplimiento
Construir una plataforma de juegos Web3 totalmente conforme no solo es complejo, sino también extremadamente costoso.
Con licencias MiCA en Europa, aprobaciones en varios estados de EE. UU. y autorizaciones regulatorias, el coste de acceso en Asia y Oriente Medio puede fácilmente alcanzar entre 10 y 15 millones de dólares para un operador global, incluso antes del desarrollo del juego o el registro de jugadores.
Para los estudios Web3 más pequeños, convertirse en operadores financieros en múltiples jurisdicciones es un desafío enorme. Muchos optan por una vía más sencilla: no solicitan licencias CASP y se apoyan en las funciones inherentes de Web3.
Pero Söderberg advierte que la falta de regulación tiene un precio.
“Los pequeños estudios son los más afectados, ya que en su mayoría no pueden costear equipos legales ni asumir los millones de dólares necesarios para un lanzamiento global. Cuando los reguladores empiecen a hacer cumplir la ley, la excusa de ‘no lo sabíamos’ ya no sirve.”
Para los desarrolladores, el riesgo puede traducirse principalmente en multas o ser retirados de la plataforma, pero para los jugadores la situación es peor: los proyectos no regulados siguen usando modelos defectuosos de economía de tokens, asignaciones internas y esquemas de venta que erosionan la confianza. Söderberg cree que una regulación más estricta podría frenar estas prácticas.
El camino a seguir: cumplimiento como servicio
Pero, ¿es posible equilibrar el rigor regulatorio con la creatividad de los juegos? Algunos expertos creen que sí. La infraestructura con licencia podría ser la solución.
En lugar de gestionar todo el negocio financiero como un banco, los estudios pueden subcontratar la carga legal a proveedores externos de servicios de cumplimiento.
“Esto significa que nos encargamos de la capa KYC/AML, la custodia de activos e incluso la configuración de la economía de los tokens, así los desarrolladores no tienen que operar como un banco o exchange”, explica Söderberg.
Según él, los proveedores de infraestructura de cumplimiento aseguran que los sistemas de recompensas del juego no sean loterías, que los tokens pasen controles legales y que las carteras de los jugadores cumplan con las normas de reporte.
“Así, los equipos pueden centrarse en crear grandes juegos en lugar de ahogarse en papeleo”, afirma.
Explica que el sistema integra el cumplimiento normativo a nivel de smart contract, verificando automáticamente carteras, límites de transacción y restricciones regionales antes de cualquier operación on-chain.
El objetivo es que los jugadores no perciban la presencia de controles regulatorios, mientras los desarrolladores cumplen en tiempo real con los estándares legales, integrando el cumplimiento en el diseño del juego desde el principio y no como un parche posterior.
“Para los jugadores es transparente: la experiencia de juego sigue siendo fluida y divertida. Para los desarrolladores, significa que todas las operaciones en la blockchain pasan controles legales en tiempo real. Es cumplimiento desde el diseño, no una solución post hoc.”
Por qué esto importa
El colapso de los juegos Web3 demuestra que, sin regulación, la propiedad digital no puede realizarse plenamente. A medida que los estudios de juegos luchan con los costes de cumplimiento y la línea entre juegos y finanzas se difumina, solo aquellos que se adapten a este cambio sobrevivirán a la próxima ola de Web3.
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Preguntas de la gente:
En teoría, los juegos Web3 prometen dar a los jugadores control total sobre sus activos en el juego usando tecnología blockchain; esto significa que los objetos, tokens o NFT deberían pertenecer completamente al jugador y no al desarrollador. Sin embargo, en la práctica, una vez que el juego se cierra o los servidores se apagan, la propiedad suele desaparecer.
La mayoría de los activos dentro del juego dependen de servidores centralizados o smart contracts controlados por los desarrolladores. Cuando el juego termina o el contrato expira, esos NFT o tokens pierden su función y valor, rompiendo la ilusión de propiedad.
En cuanto un juego permite a los jugadores intercambiar activos del juego por dinero real, deja de ser solo entretenimiento. Los reguladores lo clasifican como un servicio financiero, activando requisitos como KYC, AML y licencias según normas de la UE como MiCA o de EE. UU. como FinCEN.
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